Hoy les comparto el ensayo de Julie Watson que ganó el segundo lugar compartido del Gran Concurso de Escritura por el mes de las aves. Disfruten de este maravilloso encuentro.
21 cóndores gracias a un ratoncito muerto
Como es costumbre
todas las navidades en mi casa, llegó mi mama de Inglaterra con sus maletas
llenitas de chocolates, a visitar sus nietos y familia EcuaBrit.
Es una señora de
casi 80 años, una dama bonita, rosa inglesa, alta y recta quien a veces la
gente piensa que es mi hermana en vez de mi mamá.
Como se queda 1
mes siempre busco algo interesante para hacer juntos, usando Ecuador y sus bellezas
como nuestra fuente de recursos de entretenimiento.
‘Quieres ir a un
volcán con nieve?’ la pregunté una mañana. ‘Hmmm, si tú quieres, está bien’, respondió,
como siempre, nunca quiere ser la persona que toma la decisión.
‘Ok, ponte la
ropa mas caliente que tienes y si tenemos suerte podemos ver un cóndor’, le
dije.
Pusimos la ropa
abrigada y subimos a mi auto, con mi hijo Timmy, 2 pares de binoculares,
bufandas, guantes y una cámara.
Vale mencionar
que mi auto en este entonces apestaba a carne podrida, la cual estaba
lentamente y sutilmente cambiando su olor de carne fresca podrida, carne muy podrida,
carne casi seca podrida a carne seca podrida emitiendo un olor dulce mezclado
con podrido. En este día estuvimos en la etapa de ‘carne podrida ya casi
secándose con un toque de dulce.’
‘Perdón el
olorcito,’ le explique a mi mamá, ‘parece que algún animalito decidió vivir y
morir en la maquina de mi auto.’
Tan fuerte que
fue el aroma que nos tocó ir todo el viaje con las ventanas abiertas, subiendo
al Antisana con sus vientos helados, nosotros temblando del frio dentro del
auto.
Paré en una parte
de la montaña en la cual se forma un enorme cañón muy alto, dos paredes de roca
a los lados donde dicen que anidan los cóndores y salimos del auto, aliviados
de escapar del olor por un momento.
De pronto apareció
flotando en el horizonte un enorme pájaro con alas rectas y sus dedos abiertos
al final de las alas. Cogí los binoculares y vi el collar blanco.
‘¡Cóndor!’ grité
y pasé los binoculares a mi mamá.
De pronto
aparecieron 3 cóndores más en el horizonte y volaban hacia nosotros hasta que
estuvieron sobre nuestras cabezas, volando en círculo. Vinieron mas, y mas
hasta que contamos 21 cóndores ese día.
Regresamos a
Quito muy felices, brillando las caras del frío y la emoción de haber visto 21
cóndores, creo que gracias a un ratoncito muerto en la maquina del auto que con
su olor como imán llegaron estos hermosos cóndores… .
Me encanto la historia - vivan los ratones muertos!
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ResponderBorrar:-) Wow!!! Exciting - it must have been the rat. Do you think the condor population is increasing finally?
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